Δευτέρα 28 Δεκεμβρίου 2009

...Y el mercado no era perfecto

LA CRISIS REMOVIÓ LOS CIMIENTOS MISMOS DEL MODELO CAPITALISTA DE LIBRE MERCADO Y GENERÓ DEBATES (QUIZÁ) IMPENSABLES HASTA HACE MENOS DE UN AÑO
“El Estado debe ser un árbitro y dejar todo lo que no sea gasto social, en manos del sector privado”. Esa era la regla de oro de la economía de libre de mercado. Hoy, luego de que la crisis financiera obligara a que los estados nacionales se volcaran a salvar a los principales actores económicos privados (en particular, a las instituciones financieras) con recursos públicos, la idea del Estado pequeño debió ser repensada.
Así empezó la mayor discusión de comienzos de este año: ¿eran las teorías del siglo XX de John Keynes aún válidas? ¿Por qué no seguir haciéndole caso a sus antagonistas, Milton Friedman o Friedrich von Hayek? ¿Se debía dejar al sector financiero implotar y permitir que el sector real de la economía (el ciudadano de a pie) enfrente un derrumbe corporativo sin precedentes?
Tras un extenso debate —en el que incluso se cuestionó la supervivencia del capitalismo—, se llegó a la conclusión de que el mercado no es perfecto ni puede autorregularse: las decisiones de sus actores no son siempre razonables y muy rara vez consideran el bien común. Se llegó a la conclusión de que los mercados deben ser vigilados.
¿Y si los estados hubieran sido pequeños? Probablemente hubieran tenido que resignarse a observar cómo se hundían las instituciones financieras más grandes del planeta, o, peor, cómo nos hundíamos todos. ¿Por qué? Porque no hubieran tenido ni el músculo, ni el casi trillón de dólares para salvarlos.
DE TIN MARÍN…En el Perú fueron cinco los debates que concentraron la atención de todos: en primer lugar, la oportunidad y dimensiones del paquete de impulso fiscal para enfrentar los embates de la crisis (que según el presidente García no nos iba a pegar); y el programa monetario del Banco Central de Reserva (BCR), la rebaja de las tasas de interés y sus intervenciones (suficientes o no) con el dólar.
Además, —aunque a consecuencia de lo mencionado— estuvieron la metodología para medir el PBI y el traslado de la rebaja de tasas del BCR a las tasas que ofrecía el sistema financiero. Aguas duras, sin duda.
Primero ¿fue suficiente el paquete de estímulo fiscal? En realidad, dado el nivel de ejecución del gasto y la inversión pública (menos del 60%) no es relevante. Se actuó con alguna lentitud pero porque la economía venía creciendo a tasas superiores a 10% y no solo había que empezar a gastar, había que quitar candados. Al BCR le pasó lo mismo: elevó la tasa de referencia hasta 6,5% para mantener las expectativas de inflación bajo control, para luego bajarla hasta 1,25% en agosto.
Pasó largo tiempo para que ello se tradujera en menores tasas de interés para los clientes no corporativos del sistema financiero. Los bancos lo explicaban diciendo que las tasas de sus pasivos no caían cuando, para un crédito hipotecario, por ejemplo, el fondeo rara vez proviene de depósitos a la vista.
El BCR dejó que el sol se aprecie frente al sol, es cierto, pero la razón de fondo es clave: los fundamentos económicos del Perú son mucho mejores que los de EE.UU., pese a quien le pese.
Por último: la medición del crecimiento económico a cargo del INEI, con una nueva metodología, fue duramente cuestionada por economistas independientes, sin que nunca fuera defendida de manera directa por las fuentes oficiales. Era el INEI contra todos.
Fue un año de debate entre entusiastas y pesimistas (¿o realistas?).

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